Muta el coronavirus  y la pandemia sanitaria se transforma en una crisis económica de dimensiones desconocidas.

Alava, en el tiempo  récord de seis semanas, ha alcanzado la cuota de paro de hace cuatro años. Desciende el número de cotizantes en la Seguridad Social y se desploma el Índice de Producción Industrial.

 Un total de 23.400 personas engrosan la lista del desempleo; una lista que todas las proyecciones indican que aumentará en los próximos meses. Entre los candidatos los 42.280 empleados actualmente  en ERTE,  Expediente de Regulación Temporal de Empleo. La cobertura de este paraguas, nos dice la catedrática de Economía, Sara de la Rica, puede ser uno de los factores  determinantes para hacer frente a la recesión.

 El sistema inmunológico de la economía alavesa descansa tradicionalmente en el notable peso que su industria tiene en el Producto Interior Bruto, pero su estructura productiva adolece de un de Talón de Aquiles; la excesiva dependencia del sector de la automoción.

Los buques insignias del cinturón industrial acusan los primeros síntomas de esta crisis de demanda: Michelin anuncia un Expediente de Regulación Temporal de Empleo, Mercedes Benz ajusta sus calendarios de producción y Aernova se acoge al Erte.

 La actividad de sus dos multinacionales y del sector aeronáutico   constituye un buen termómetro para medir la temperatura de la economía en el Territorio.

El otro termómetro es el de  recaudación y las previsiones dibujan un descenso del 20 por ciento. Es decir; cerca  de quinientos millones menos de euros en las arcas forales, o lo que es lo mismo: quinientos millones de euros menos para los recursos públicos.    

Los elementos están alineados para una tormenta perfecta. La preocupación es palpable en todos los ámbitos, desde el institucional al económico y socio-laboral. El sector público vasco, financieramente más saneado, tendrá que recurrir a la deuda para hacer frente a la recesión, según algunos representantes institucionales.

El lehendakari advierte de la dureza de la crisis y, aunque el inicio de la reactivación económica  la sitúa en el próximo año, la tasa de empleo con el paro por debajo del 10 por ciento, como hace un par de meses, no la volveremos a ver hasta dentro de tres años. Gasto, déficit, deuda y esfuerzo fiscal vuelven, si alguna vez dejaron de estar, a la agenda política.

Las crisis sanitaria y  económica se solapan. Luchar contra la Covid 19 y estimular la economía son las tareas inmediatas. No habrá recuperación en V, sino en V asimétrica, según dice la Vicepresidenta, Nadia Calviño, huyendo de la expresión gráfica de Nike.

Bajo estas condiciones iniciamos el tránsito a la nueva normalidad. Para suavizar el  estado de alarma, que bloquea a los ciudadanos y contrae la economía, el Ayuntamiento de Vitoria amplia peatonalizaciones y duplica el espacio de las  terrazas en hostelería.  Diputación adopta medidas fiscales para  pequeñas y medianas empresas, así como para autónomos y desempleados. Son iniciativas de ámbito local para hacer frente a un fenómeno de carácter global.

Desde esa perspectiva hay que estar vigilantes nos dice el filósofo Israelí, Yuval Harari, porque la decisiones que adoptemos ahora tendrán un impacto durante años y reconfigurarán el planeta. No es el fin del mundo, concluye el  sociólogo y economista, Manuel Castells, hoy ministro de Universidades, pero sí el final de un mundo- enfatiza- del mundo que habíamos vivido hasta ahora. El futuro no está escrito. Sobran profetas y especuladores. Faltan, nos dicen prestigiosos observadores, liderazgos y más colaboracionismo.  

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